Hoy he ido a limpiar mi Seat León por última vez. Mientras lo hacía, me han venido a la memoria esas innumerables mañanas de domingo en las que, unos cuantos años atrás, me pasaba horas limpiando a mano el coche (con jabón y esponja) y luego encerándolo.
Por aquel entonces yo era muy distinto. Con un poder adquisitivo no comparable al actual, compré el coche endeudándome con un banco y con mi padre como aval. Eso sí, fue una experiencia maravillosa...
Recuerdo cuando saqué el coche del concesionario por primera vez, fue tocar el freno y dejé clavado el coche (y es que el coche frenaba de verdad, no como el viejo Corsa que había tenido hasta entonces en el cual, para frenar, tenías que hacer tanta fuerza en el pedal que parecía que tuvieses que sacar el pie por debajo del coche y frenar "a pelo" con la suela).
La sensación de ir por el mundo con el coche nuevo era espectacular y me sentía libre y con ganas de tirar y tirar kilómetros.
Ha llovido mucho desde entonces y el "Lyon" (como le llamo cariñosamente) y yo hemos pasado de todo. Momentos buenos y momentos malos. Debo decir sin exagerar que le debo la vida, pues en todos esos momentos en que necesité un poco más de él, en los que algo inesperado requirió una acción excepcional, él me dio todo lo que le pedí, cuando se lo pedí.
Si tuviera que definir el coche con una palabra, sería leal.
Hoy, mientras mojaba con agua caliente y jabón sus conocidas formas por última vez, solo podía estar agradecido, y un tanto triste...
El Ateca es impresionante y lo supera en todo de largo, pero mi León permanecerá por siempre en mi memoria como lo que ya es, parte de mi vida.
"Sé que no estarás lejos y que te podré ver, pero aun así, te doy las gracias, vieja, tosca y fascinante máquina."
Ver el archivo adjunto 13901
Ver el archivo adjunto 13902
Hasta siempre amigo...