Laropi
Forero Activo
- Motor
- 1.4 EcoTSI 150 CV
- Versión
- Xcellence
- Color
- Rojo Velvet
Mi coche anterior pasaron tres meses entre que lo pedí, lo fabricaron y me lo entregaron. No era un coche muy habitual. Concretamente era un Jaguar. Sin embargo recuerdo que, durante la espera, alcanzaba a ver tres o cuatro cada semana y los seguía con la vista hasta que desaparecían en un cruce o en una rotonda. Si íbamos por autopista me pegaba a su culo y allí me quedaba durante kilómetros hasta que me aprendía el más insignificante de sus detalles...
Hace dos semanas que me compré el Ateca. ¿Qué habéis hecho con ellos? ¿Dónde 00 los tenéis metidos? ¿Tenéis miedo de que os los borre, a fuerza de ojearlos? Son absolutamente imposibles de localizar. No he visto ni uno solo. ¡Ni uno! Y los busco como un poseso. ¡Egoístas! Hay que compartir.
Os imagino con ellos -codiciosos y suspicaces- en el garaje, protegiéndolos de la luz solar y de las bacterias; quitándoles los restos de chicle de los canalillos de las ruedas; lamiéndoles el aleteado del radiador del aire acondicionado para sacar la suciedad de los rincones más recónditos; echando vaho en los retrovisores, antes de rozarlos tibiamente con una recién estrenada gamuza de microfibra, por su capa de pintura impoluta; pasando -con cuidado- el dorsal de la mano sobre los acabados piano black del salpicadero para eliminar las motitas de polvo que lo desvirgan; extrayendo, con la meticulosidad de un psicópata, las piedrecillas que se han quedado sobre las alfombrillas después del último y fugaz paseo; husmeando todo el olor a nuevo de cada uno de sus más impúdicos rinconcillos, abriendo y cerrando, embobados, el portón trasero una y otra vez, como si no lo hubiese hecho el hombre; poniendo direcciones absurdas en el navegador para ver cuánto se tardaría en llegar a Canberra desde vuestro barrio; flipando con la iluminación led de las puertas como si os acabarais de engullir un tripi; arrodillados mientras pasáis una linterna por sus intestinillos para ver dónde golpeó aquella maldita piedrecilla que se cruzó en vuestro camino, haciendo la maldita sombra chinesca del conejo en la luz de bienvenida de los espejos retrovisores... y siento asco.
¡Sinvergüenzas! ¡Sacarlos un poco a pasear, hombre, que lo que no se usa se atrofia. ¡Hacednos a los demás un poquito más breve la espera! Dejad que os los barramos con la mirada, con la frecuencia de un haz de electrones en un tubo de rayos catódicos. ¡Qué esto no es ni medio normal!, que más que un coche parece una leyenda urbana...
Hace dos semanas que me compré el Ateca. ¿Qué habéis hecho con ellos? ¿Dónde 00 los tenéis metidos? ¿Tenéis miedo de que os los borre, a fuerza de ojearlos? Son absolutamente imposibles de localizar. No he visto ni uno solo. ¡Ni uno! Y los busco como un poseso. ¡Egoístas! Hay que compartir.
Os imagino con ellos -codiciosos y suspicaces- en el garaje, protegiéndolos de la luz solar y de las bacterias; quitándoles los restos de chicle de los canalillos de las ruedas; lamiéndoles el aleteado del radiador del aire acondicionado para sacar la suciedad de los rincones más recónditos; echando vaho en los retrovisores, antes de rozarlos tibiamente con una recién estrenada gamuza de microfibra, por su capa de pintura impoluta; pasando -con cuidado- el dorsal de la mano sobre los acabados piano black del salpicadero para eliminar las motitas de polvo que lo desvirgan; extrayendo, con la meticulosidad de un psicópata, las piedrecillas que se han quedado sobre las alfombrillas después del último y fugaz paseo; husmeando todo el olor a nuevo de cada uno de sus más impúdicos rinconcillos, abriendo y cerrando, embobados, el portón trasero una y otra vez, como si no lo hubiese hecho el hombre; poniendo direcciones absurdas en el navegador para ver cuánto se tardaría en llegar a Canberra desde vuestro barrio; flipando con la iluminación led de las puertas como si os acabarais de engullir un tripi; arrodillados mientras pasáis una linterna por sus intestinillos para ver dónde golpeó aquella maldita piedrecilla que se cruzó en vuestro camino, haciendo la maldita sombra chinesca del conejo en la luz de bienvenida de los espejos retrovisores... y siento asco.
¡Sinvergüenzas! ¡Sacarlos un poco a pasear, hombre, que lo que no se usa se atrofia. ¡Hacednos a los demás un poquito más breve la espera! Dejad que os los barramos con la mirada, con la frecuencia de un haz de electrones en un tubo de rayos catódicos. ¡Qué esto no es ni medio normal!, que más que un coche parece una leyenda urbana...